Mar Solis, la escultora madrileña nació en 1967. Se licenció en Bellas Artes con la especialidad de Escultura en la Universidad Complutense de Madrid. Su obra le llevará a ser una de las mejores representantes de la escultura renovadora contemporánea.
En sus primeras esculturas apreciamos ya ese acercamiento al mundo de la abstracción que define sus piezas. En su obra se encontraba entre los dos caminos, la tradición y la búsqueda de formas propias de su época. Artistas como Martín Chirino, Oteiza, Chillida o Eva Loonz, influirán sin duda en el desarrollo de ésta, con la que pone de manifiesto intenciones renovadas. Muchas veces reutiliza un mismo tema, sin embargo, éste siempre aparece reinventado gracias a esos pequeños matices y variaciones con los que juega constantemente.
Se tratan de esculturas donde la representación es tanto la forma del mundo , como la consecuencia de pensarlo. Encontramos dos caminos de expresión, por un lado los materiales, la madera, el acero, el aluminio y el papel, y por otro las emociones. Éstas siempre reflejarán un realismo, mientras que la obra en sí es pura abstracción. Sin embargo, cada material supone un lenguaje propio y un significado, que de algún modo viene a traducir las emociones que ahí se nos quieren mostrar. Las piezas de Mar juegan a través del lenguaje de la naturaleza con los esquemas de fragilidad frente a fuerza, levedad frente a solidez, aire frente a tierra u orden frente a caos. Crea conjuntos de árboles, bosques, de piezas curvas que invitan a ser traspasados, que dan rienda suelta a la imaginación y obligan de algún modo a que exista una participación activa por parte del espectador, con su consiguiente integración de éste en la obra. Ella misma define al espectador diciendo «él es el protagonista inexorable en la búsqueda de lugares y sus diferentes puntos de vista, quien convierte la obra en un espacio vibrante y mutable». Para la escultora madrileña sus piezas son lugares donde reflexionar, meditaciones abstractas sobre la fragilidad y el equilibrio. Es por todo ello que la escala debe ser la humana y de ahí hacia una escala monumental, pues sino, la interacción con el espectador sería nula.
Son varios los aspectos que podemos ver en la obra de Mar Solís. Por un lado es una creadora de signos, que parten del propio material como veremos más adelante. Por otro lado está la luz. La luz que es utilizada como materia transparente, invasora y fértil, provocadora de sombras. Esa luz está ligada, como gran parte de la obra de la escultora, con la arquitectura gótica, de donde también surgen esas ideas de símbolos y signos. Pero Mar no sólo toma su inspiración en esta arquitectura, sino que también, podríamos hablar de la existencia de una relación con el modernismo, de donde surgen esos parámetros de estilización del trazo asimétrico, el uso de la línea curva, etc. Pero su gran inspiración, su fuente de ideas es sin duda la naturaleza. Naturaleza como lugar donde convergen el orden y el caos, como lugar donde el tiempo parece inquebrantable y hay un crecimiento que no cesa, que no se agota. Es aquí, donde la madera se convierte en símbolo y homenaje a la naturaleza.
Hace del espacio un lugar de ideas y sensaciones, un escenario vivo que contiene a la vez la acción del momento y la suma de su experiencia como algo hacia lo que ella se mueve y que se acumula tras él. Pretende revelar tensiones y estructuras que residen dentro de la misma naturaleza, dentro de los organismos vivos que somos, y dentro de un organismo aún más grande que es el mundo y el cielo que lo envuelve. Se trata de utilizar la naturaleza, no de dominarla, y al mismo tiempo de manifestarla, de hacer que se vea, haciendo visibles los movimientos del aire, los cambios de lo invisible. Juega con las corrientes aéreas como energías transparentes, que ayudan a liberarse de la pesadez, para subir al cielo, para elevarse.
En una entrevista «definió» el arte como:
«El arte es la capacidad del hombre de inventar, interpretar y construir ilusiones».
«El arte es inspirador y agitador del alma humana».