El pasado mes de junio se cerró la temporada 2018-2019 de Woman Art House. El último de los hilos que realicé estuvo dedicado a la primera mujer corresponsal de guerra, primera mujer fotógrafa que trabajó para la revista Life, primera mujer occidental a la que se le permitió fotografiar la industria soviética, primera… Os hablo de Margaret Bourke-White.
Margaret nació en Nueva York el 14 de junio de 1904 en el barrio del Bronx y creció en Nueva Jersey. Se crío junto a dos hermanos, su madre, Minnie Bourke, de la que más tarde tomaría su apellido, y su padre, Joseph White, ingeniero e inventor y aficionado a la fotografía, que sin saberlo marcaría el camino de su hija. No creáis que Margaret fue una de esas fotógrafas que desde niña exploró la artista que llevaba dentro, sino que eran los insectos, las tortugas, los libros y los mapas las pasiones de la neoyorquina. Quería ser herpetóloga (estudiar los reptiles). Fue una visita que realizó con su padre a una fundición la que la marcaría para siempre. Desde ese día su interés por la naturaleza dejó paso a una pasión por la industria. Como ella misma relataba: “De repente, la oscuridad se rompió con la luz del metal fluyendo y chispas de luz, no puedo describir mi alegría. En aquel momento, la fundición representaba el principio y el final de toda la belleza.”
Una pasión que no la acompañó en sus estudios ya que fue estudiante en diferentes universidades sin llegar a encontrar nada que la conquistara. Mientras recorría las universidades de EEUU fue ejerciendo la fotografía como un simple hobby. De esa forma llegó a las clases del fotógrafo Clarence H. White mientras estudiaba en Columbia, descubriendo que nada le llenaba más que hacer fotografías. Como ella misma dijo en una entrevista que le realizaron en 1960, a partir de ahí solo quiso ser “el ojo de su tiempo”. Y así sería.
Poco tiempo después de iniciarse en la fotografía y tras pasar por un fugaz matrimonio, abrió su propio estudio fotográfico en Cleveland especializado en arquitectura, en el que también trabajaría retratando objetos, materiales industriales, construcciones y fábricas. Aquí llegó su primer título de “la primera mujer que…” al fotografiar las plantas de laminaciones de acero de la ciudad. Todo un reto para Margaret, no solo por las dificultades técnicas provocadas por las condiciones extremas de la fundición, sino por los propios trabajadores, reacios a esa doble intromisión que suponía la presencia de una cámara en manos de una mujer inmortalizándoles para siempre. No olvidemos que estamos en 1928.
En la primavera de 1929, recibió un telegrama que decía: “Acabo de ver sus fotografías del molino en Ohio. Puede venir a Nueva York dentro de una semana”, firmado Henry R. Luce. Time, La revista semanal. Los nervios recorrieron a Margaret, como ella misma contó en una entrevista: “estuve a punto de no ir. Durante dos días no contesté al telegrama”. Pero terminó acudiendo y convirtiéndose en la primera y única (durante el primer año) fotógrafa contratada de la revista Fortune. Con este nuevo trabajo bajo el brazo cruzó el charco en el que fue su primer encargo: fotografiar la Unión Soviética. Aquí no solo fue la primera mujer en hacerlo, sino también la primera extranjera, que en 1930 llegó incluso a retratar a Stalin. Experiencia que la llevaría posteriormente a la fama y que relató así: “Me dije a mí misma que no podía irme de allí sin una foto de Stalin sonriendo. Pero, cuando le vi, me dio la impresión de que su cara estaba esculpida en piedra. No pensaba mostrar ningún tipo de emoción. Me volví loca tratando de conseguirlo: me tiré al suelo y adquirí todo tipo de posiciones absurdas tratando de conseguir un buen ángulo. Stalin observaba mis esfuerzos y finalmente esbozó algo parecido a una sonrisa, así que conseguí mi foto.” Su experiencia quedó plasmada en el libro ‘Eyes of Russia’.
El 23 de noviembre de 1936, se publicó el primer número de la revista Life cuya portada era una fotografía de la presa Fort Peck, una de las más grandes del noroeste de los Estados Unidos, realizada por Margaret. Así que sí, también fue la primera fotógrafa que trabajó para la revista Life, con la que colaboraría durante dos décadas.
Margaret Bourke-White era una mujer progresista, valiente, reivindicativa y trabajadora. Nunca fue una abanderada de la lucha feminista, ni utilizó sus logros para reivindicar su género. Sin embargo, lo lejos que llegó con su trabajo, siendo mujer, en un contexto histórico en el que las mujeres luchaban a diario por aspectos básicos de la igualdad de género, ha servido para que su figura y su trabajo hayan sido emblemas de movimientos feministas como el llamado de la “Liberación femenina” de los años 60.
Sus trabajos en la revista Life ayudaron a que se convirtiera en una reputada fotoperiodista. Entre sus proyecto está el libro titulado “You have seen their faces”, en el que plasma las condiciones en las que trabajaban los aparceros sureños. Las imágenes estaban acompañadas de textos escritos por Erskine Caldwell, quien se convertiría en su segundo marido y con el que viajaría de nuevo a la ocupada URSS tras la invasión alemana de 1941, siendo los dos únicos periodistas extranjeros.
Buscando nuevas metas consiguió ser la primera mujer corresponsal de guerra durante la Segunda Guerra Mundial. Voló en misiones de combate acreditada por las Fuerzas Aéreas Americanas, quienes diseñaron para ella el primer uniforme de una corresponsal de guerra. “Maggie la indestructible” era apodada por sus compañeros de profesión.
Con el fin de la guerra regresó a Europa junto al General Patton para fotografiar el horror de la Alemania nazi, en particular, lo ocurrido en el campo de concentración de Buchenwald. Su experiencia fue plasmada en el libro “Dear fatherland, rest quietly” en el que explicaba: «Usar una cámara era casi un alivio. Esta interponía una ligera barrera entre el horror delante de mí y yo misma”.
Margaret Bourke-White viajó por medio mundo y falleció el 27 de agosto de 1971. Entre sus trabajos también destacan sus reportajes de la Gran Depresión de Estados Unidos. Pero su último gran proyecto fue la fotografía que realizó a Gandhi momentos antes de que éste fuese asesinado. Contaba con solo tres disparos de su cámara y no podía dirigirse a él porque estaba en su día de meditación. Los dos primeros disparos fueron fallidos y el tercero fue simplemente perfecto.
“Nada me atrae tanto como una puerta cerrada” empieza su libro “Margaret Bourke-White, momentos de la historia”. Así era ella. Una mujer de espíritu inquieto que superó todas las barreras que la vida le puso, y como ella misma quiso ser, fue el ojo de su tiempo, convirtiéndose además en la primera de mucho y de muchos.