“Yo no estoy en las redes sociales”, comentaba Philippe Lançon en el Foro de la Cultura 23; “Yo no tengo redes sociales”, decía Juan Soto Ivars; Joaquín Reyes, afirmaba también: “yo no me asomo a las redes sociales, como no miro lo que dice la gente de mí en redes sociales no tengo problema”. Fernando Savater se encontraba en el mismo punto, “no quiero meterme en esas cosas porque te ensucian”.
“Odiad, malditos” fue el título que marcó los diálogos del VI Foro de la Cultura organizados por Cultura&Comunicación, celebrado el pasado mes de febrero en Valladolid y en el que tuve la oportunidad de trabajar, gestionando sus redes sociales y web, tarea que aún hoy desempeño. Durante las cinco jornadas en las que tuvieron lugar diferentes encuentros, se abordó el odio desde muchas perspectivas, pero en casi todas se hizo mención a las redes sociales.
Vivimos en una sociedad hiperconectada donde los hábitos de comunicación están cambiando cada día y el click o la atención parecen lo único importante, sin embargo «nunca hemos dedicado tanto tiempo a la correspondencia» como comentó Juan Soto Ivars. Nos pasamos horas delante de una pantalla, las llamadas de teléfono están en peligro de extinción, vivimos en la era del whatsapp y del tuit.»Esta forma en la que normalizamos que allí donde haya un marco sea espejo, sea manipulable» es, como apuntó Remedios Zafra, la herencia que nos está dejando internet.
Según Zafra «estamos perdiendo la importancia del aquí y ahora (…), los tránsitos, los intervalos. Con un click pasas de una pantalla a otra, lo que nos lleva a identidades muy polarizadas» y esto hace que las redes sociales terminen siendo un hervidero de odio y su mayor uso sea para dañar a otras personas, como se comentó en el diálogo “En la diana”. La normalización de vivir en internet nos está metiendo en la cultura del like, a la que es mejor no prestar mucha atención, como decía Ana Esmith de su personaje, Miss Beige, «ella no está ahí para gustar. Ella es y está».
¿Nos han estallado en las manos las redes sociales?, preguntaba José Luis Martín Alonso al inicio del diálogo “Perdonen que discrepe”. Para Edu Galán la respuesta es clara: «no».
Por mi parte, que me dedico a este mundo desde hace unos años, no podría dar una respuesta tan contundente, pero, después de este Foro, no quería dejar la oportunidad de parar un momento a pensar qué uso estamos haciendo de estas herramientas para que haya una percepción tan homogénea de ellas y tan desfavorable.
Comentaba Edu Galán que el foco debe ponerse en «ser más conscientes de cómo utilizamos las redes (…), ver para qué sirven». Su uso como herramienta de comunicación y enlace con las generaciones más jóvenes fue una de las explicaciones más extendidas entre los y las participantes del foro que, a día de hoy, tienen un perfil en alguna red social. Una explicación que pasaba en realidad por la justificación del tener que estar presentes en estos espacios, para ser conocido y reconocido.
Entra aquí en juego el control, en muchos sentidos, que se ejerce sobre nosotros desde internet, para Marantz, «en temas digitales, los sistemas son tan invisibles que se te olvida que te están manipulando». Decía Zafra “estamos dando tiempo y datos”. Y es, tal vez, cuando empiezas a tomar un poco de distancia y ver esos engranajes los que te hacen no querer entrar en el juego, o estar, pero manteniendo siempre una distancia. “Yo sí uso redes sociales, pero nunca respondo”, comentaba, por ejemplo, Bob Pop.
Hemos pasado en veinte años de dedicar 4 minutos al día a Internet a estar conectados una media de 3 horas diarias. Sin duda, las redes sociales son una herramienta de trabajo, de comunicación, de acercamiento y de conexión, ¿será que no logramos terminar de adaptarnos a ellas? Señalaba Galán que debemos cambiar el paradigma de cómo nos comunicamos. En realidad, veinte años no son nada y aún estamos aprendiendo a usar este nuevo juguete que avanza más rápido que nosotros. Sin embargo, en esta «cultura de la inmediatez y de la rapidez» en la que vivimos y que Mara Dierssen apuntó, no hay que perder de vista que «aburrirse es fundamental para el cerebro. Es cuando establece las conexiones de todo lo que ha aprendido».
Tal vez esté ahí la clave. Aburrirse.
Diría que el aburrimiento es justo el objetivo opuesto de las redes sociales, que buscan el constante entretenimiento, la máxima atención, la adicción. En palabras de Zafra “no podemos convertir la vida en un archivo permanente”. Las redes sociales están bien, son parte de nuestra contemporaneidad, pero, como explica Dierssen, «el problema es cómo interpretamos la información y en qué medida estamos haciendo las preguntas correctas». Para Angélica Liddell «tal vez sea el lenguaje y las palabras lo que nos vaya trasformando en otra cosa. Tal vez ese lenguaje que ahora es hipócrita vaya construyendo una manera nueva de pensar».
Una de las cosas que más se ejerce hoy en redes sociales y por las que más se mueven es la libertad de expresión. Para María Luisa Segoviano hay que tener presente que esta es «un derecho fundamental, pero todos los derechos, por muy fundamentales que sean, tienen un límite». Esta libertad de expresión fue el tema central del diálogo entre Andrew Marantz y Juan Soto Ivarz, “Contra las hordas”. «Nos han vendido la historia de que la propagación inmediata de la información nos iba a facilitar la vida y muchas veces lo que hace es confundirnos”, comentaba Marantz. Para Ivars. «Las redes sociales sin duda nos han alejado, pero quizá nos han hecho también ver qué es la libertad de expresión real» y han contribuido también “ a que el disenso se percibe como una amenaza».
Tanto Miss Raisa como María Luisa Segoviano, que compartieron diálogo, veían el lado bueno de las redes sociales, pero, como bien decía Imane, «son un arma de doble filo» que hay que saber cómo gestionar. En la misma línea se posicionaba Ana Esmith “Yo creo que las redes están ahí, son peligrosas, pero pueden darnos una ventana para ver el mundo de otra forma”.
Ante todo esto, hay que tener siempre presente que “el ejercicio de escucha es muy importante”, como comentó Maisabel Lasa, porque las redes sociales están aquí y no se van a ir, son parte de nuestra sociedad. La herramienta está bien, es su uso el cuestionable, por lo que solo queda una pregunta, que planteaba Marantz al inicio de su diálogo: ¿Cómo construimos algo mejor?