El 20 de septiembre de 1987 se celebró en toda Europa, con el patrocinio de la entonces Comunidad Europea una jornada sin coches. En Madrid la Asociación Ecologista de Defensa de la Naturaleza (Aedenat), Comaden y Pedalibre, el primer Día sin Coches, pero no fue hasta trece años después cuando se instauró la Semana Europea de la Movilidad (SEM). Su objetivo es reivindicar la viabilidad y la necesidad de transformar la movilidad de nuestras urbes, con la reducción de los viajes en coche y el incremento de los realizados a pie, en bicicleta y en transporte público.
Según Ecologistas en acción caminar diariamente 2 km en lugar de ir en coche ahorra cerca de 90 kg de emisiones de CO2 al año. Esta acción no solo ayuda a mantener un estado físico saludable sino que contribye incluso a mejorar las relaciones sociales, la seguridad en las calles y hasta mejora la economía local.
Sin embargo, la apuesta generalizada de pueblos y ciudades es la de dedicar la mayor parte del espacio urbano a los coches, que ocupan un 60 % del espacio público entre calzadas, aparcamientos o rotondas. Por si fuera poco, en la mayoría de los casos los vehículos a motor tienen prioridad sobre las personas que caminan en semáforos y cruces, donde los peatones tienen un espacio y un tiempo muy limitado para pasar.
Esta apuesta por priorizar el coche para todo tipo de desplazamientos ha fomentado su uso y contribuido a que el transporte por carretera sea el responsable del 25 % de las emisiones de gases de efecto invernadero en el Estado español. Además, ha provocado grandes problemas de salud pública, debido no solo a la contaminación atmosférica que producen, sino a los múltiples problemas de salud derivados del sedentarismo y la inactividad (enfermedad cardiaca, obesidad, diabetes tipo 2, problemas articulares, etc).